No son muchos los recuerdos que quedan del antiguo camposanto de la capital y es que el actual comenzó a construirse en 1928 y fue en aquella época en la que el cementerio de San Esteban dejó de acoger entierros, que comenzaron a llevarse a cabo en Puente Castro desde el año 1932, cuando se clausuró el cementerio del siglo XIX.
Es entonces cuando Ayuntamiento leonés decide trasladar los restos de los leoneses que llevasen más de 5 años enterrados en San Esteban hasta Puente Castro dando un plazo a los familiares para que estos llevasen los restos de sus difuntos al nuevo camposanto. Muchos traslados se realizaron, pero otros dejaron su propia historia en el callejero de la capital.
Para ubicarse el callejero, que no ha cambiado demasiado en los casi 100 años que pasan del fin de la historia del antiguo camposanto, hay que trasladarse hasta el barrio que le da nombre, San Esteban. Concretamente se localizaba entre la carretera de Asturias, al este; la calle Pedro de Dios, al norte; la calle León XIII, al sur; y el paseo de Ronda, al oeste. Un lugar que ahora ocupan diferentes edificios e incluso un parque, el CEIP Anejas, la Residencia Santa Luisa y el parque de los Antepasados, denominado de esta forma el pasado 2023 como recordatorio para los leoneses que algún día descansaron en el antiguo camposanto.
El recuerdo de aquellos que sus lápidas aún perviven en la calle Maestro Uriarte. A pesar de que no son legibles, en los bordillos de esta vía del barrio de San Esteban aún se pueden ver las inscripciones de las lápidas que guardaban a los leoneses que personas no habían sido trasladados al actual cementerio.
Según explica el arqueólogo Fernando Muñoz Villarejo, la razón real por la que las lápidas fueron usadas para esta construcción es desconocida, sin embargo, puede deberse a algo tan sencillo como la decisión de “aprovechar” el material de las lápidas para este nuevo destino. “No sé qué les motivaría”, asegura Villarejo que no se atreve a dar una explicación del porqué de esta ubicación a la que ya se ha intentado dar una razón en alguna otra ocasión.
La historia del antiguo Cementerio
Pese a que hoy se reconocen bien las calles en las que en un principio estuvo ubicado, Villarejo nos condujo a un artículo de Manuel Serrano Lasa publicado en la revista Tierras de León de la Diputación provincial en el año 1989, para conocer más de aquel camposanto.
En dicho artículo se asegura que en un principio este camposanto era una zona pequeña, que tuvo que ir ampliándose a medida que pasaban los años debido al aumento de población que sufría León en el siglo XIX.
Y es que este cementerio, el primero de los modernos y suponía la respuesta leonesa a la Cédula Real de Carlos III promulgada el 3 de abril de 1787, en la que se prohibía la inhumación de cadáveres en los recintos cerrados de las iglesias. No obstante, y según explica Serrano Lasa, en León seguía manteniéndose esta práctica, pues "se contaba con los del Hospital de San Antonio Abad, San Marcos y el Hospicio, aparte del Cementerio Común”.
En el artículo también se recuerda que la Iglesia se oponía al cementerio de San Esteban, “por la reticencia mantenida a enterrar fuera de sus propios cementerios, que en muchas ocasiones estaban dentro de los propios cascos urbanos”. Con el paso del tiempo se fueron instaurando las inhumaciones en el cementerio común, lo que llevó a tener que ir ampliando el camposanto.
Estaba ubicado en una zona que se alejaba de la parte habitada de la ciudad, y que tal y como asegura Villarejo, era un lugar “bastante aireado”. Serrano también menciona que situar el camposanto en esa zona no era casualidad, pues supondría que no llegasen hasta el casco urbano los “aires viciados”.
Cuanto más crecía la ciudad, más se tenía que ampliar el cementerio. De hecho, Serrano Lasa aclara que, con su entrada en el este y la capilla en el oeste, el cementerio fue expandiéndose hacia el norte y hacia el sur. Lasa menciona en su artículo un acta del 1861 en la que se registra el encargo al arquitecto provincial, Francisco Julián Daurá, de la “elaboración de un presupuesto y proyecto para construir 36 nichos-panteones con un presupuesto de 9.932 reales”.
Una primera ampliación que no fue suficiente, pues “en los dos años siguientes” vuelve a llevarse a cabo una obra dada la “necesidad” de aumentar los “huecos sepulcrales”. Es en febrero de 1864 cuando “se aprobó en el pleno del Ayuntamiento la ampliación por el lado Sur”.
Una obra que seis meses más tarde volvía a repetirse en el ala norte. Esta vez se le encargaba al arquitecto municipal, Mariano Álvarez Fernández, la “formación de un proyecto y presupuesto con el fin de aumentar el número de sepulcros”. “Para ello se prolongó la crujía Norte que tenía capacidad para 280 nichos más”, rezan los planos de Álvarez Fernández cuya información trascribe Serrano Lasa.
Así pues y gracias a esta ampliación se cubren las necesidades de la población leonesa hasta décadas después, cuando llega una nueva expansión que “duplicaba, prácticamente, la extensión por el lado Norte”. Un ampliación que coincidía prácticamente con la construcción del Ensanche de la ciudad, una zona que ocuparían los burgueses enriquecidos, quedándole a las clases menos pudientes los barrios como La Vega, Las Ventas o el propio San Esteban.
El crecimiento de la ciudad exigió un camposanto aún mayor, lo que provocó que, en la década de 1920, el Ayuntamiento decidiese pasar del camposanto de San Esteban al cementerio de Puente Castro, el actual.
Las lápidas en el callejero leonés
En el año 1932, coincidiendo con el desarrollo del Ensanche y los barrios menos pudientes, se inaugura el nuevo cementerio, lo que da paso a los traslados de los restos del antiguo camposanto. La economía de la época no era demasiado buena, lo que pudo provocar que el Consistorio leonés quisiese aprovechar el material de las lápidas, resistente y duradero, para llevar a cabo obras urbanas en la ciudad.
No obstante, no existe ninguna fuente documental que certifique esta información lo que hace muy difícil la explicación real del aprovechamiento de las lápidas que también pudieron ser usadas en la plaza Mayor o en la plaza del Grano.
Otra explicación, que encaja con lo que repasa el arqueólogo Fernando Muñoz Villarejo, sería la coincidencia en el tiempo de la construcción de escalera que conecta la avenida Álvaro López Nuñez y la calle Maestro Uriarte, la construcción del CEIP Las Anejas, inaugurado en 1961, y la construcción de la antigua Maternidad, de la que hablaremos más adelante.
Al llevarse a cabo la escalera de Álvaro López Nuñez se tuvo que levantar parte de la calle Maestro Uriarte, por lo que en ese momento podría haberse llevado a cabo la utilización de las lápidas de los leoneses. Mismo momento en el que se llevarían a cabo las otras dos construcciones mencionadas. De esto se podría deducir que, al levantar nuevos edificios sobre el antiguo camposanto, las lápidas que aún se mantenían en el terreno fueron trasladadas a la calle aledaña para completar el trabajo.
Todo ello responde a suposiciones o incluso a casualidades que se pudieron dar de una forma u otra, teniendo siempre en cuenta que cabe la posibilidad de que el Ayuntamiento tomase la decisión de reutilizar las lápidas para llevar a cabo obras y que todas las suposiciones quedasen bajo una decisión municipal en momentos de una economía austera.
Coincidencias que no parecen casualidad
La escalera de Álvaro López Nuñez, construcción que quizás fue responsable del uso de lápidas en la calle Maestro Uriarte, con los años ha pasado a denominarse ‘escalera de la vida’ gracias a un proyecto del pintor leonés Carlos Álvarez Cuenllas con los alumnos del colegio Maristas, donde él es profesor. Curioso nombre para denominar una escalera que da paso al último reducto de la ciudad en el que se guardan los recuerdos del cementerio de San Esteban.
Otra de estas ‘casualidades’ podría ser la construcción en esta misma época, concretamente en 1956, de la ‘Casa de Maternidad e Instituto de Maternología y Puericultura’. Un edificio que, durante sus primeros años, no ofrecía una gran imagen, pues al ser instalado sobre la parte central del antiguo cementerio de San Esteban, el jardín que rodeaba el edificio estaba descuidado e incluso se podían observar montones de escombros y restos de las tumbas abiertas para retirar los cuerpos que no habían sido trasladados en la década anterior. De nuevo esto puede ser una casualidad o una decisión estudiada con sus motivos que desconocemos.
Lo que sí sabemos es que durante años los pequeños leoneses llegaron al mundo donde posiblemente descansasen sus antepasados, y que ahora, hay ancianos que pasan sus días allí, no bajo tierra claro, pues la antigua Maternidad se ha convertido en la Residencia Santa Luisa y sobre el resto del antiguo Cementerio se alzan un colegio y un parque donde los jóvenes leoneses pasan gran parte del inicio de su vida, una simbiosis entre lo pasado, lo presente y lo futuro que se ‘decora’ con el pasado sobre el que puedes pasear.
Si quieres que te llegue lo más importante y avisos de última hora, envía SUSCRIBIR o ALTA a nuestro número de Whatsapp +34 659 04 27 34 y formarás parte de nuestra lista de distribución de noticias. Es gratis y te mantiene informado con lo más relevante