El bolo maragato se distingue entre las dos principales modalidades de juegos de bolos practicadas en la provincia de León. A diferencia de los juegos de derribo, como el bolo leonés y el bolo riañés, cuyo objetivo es abatir un número específico de bolos, los juegos de impacto o pasabolos, como el pasabolos de Laciana y el propio bolo maragato, se centran en alejar los bolos de un punto determinado o hacerlos pasar por encima de un obstáculo.
Historia
El origen de este deporte es incierto, aunque se sospecha que podría tener sus raíces en las prácticas de los pueblos celtas que habitaron el norte de la península ibérica hace siglos. Esta teoría cobra fuerza al observar la existencia de diversas versiones de pasabolos en comunidades como Asturias, Galicia, Cantabria y el País Vasco, así como en otras zonas de León, donde también se juega al Bolo Berciano o el Bolo Riañés.
Este juego tradicional, característico de la comarca de la Maragatería, especialmente en el entorno de Astorga y las montañas del Teleno, ha logrado resistir el paso del tiempo gracias a la transmisión oral de generación en generación. Así, el bolo maragato se mantiene como un valioso legado cultural, conservando su esencia a lo largo de los años.
Deporte
El bolo maragato se distingue por emplear una serie de elementos que le confieren un carácter único dentro de los juegos tradicionales de la región. El primero de estos elementos es la bola, que, a pesar de su nombre, no es redonda. Se trata de un prisma de madera maciza, generalmente de encina, con las aristas redondeadas y una muesca o agujero en una de sus caras. Este diseño, lejos de ser un simple capricho, exige una gran habilidad por parte del jugador, que debe dominar el lanzamiento de un objeto con características muy particulares.
Los bolos, en cambio, son nueve piezas que se disponen en la bolera con un objetivo claro: ser derribados. Estos bolos tienen forma de pequeños prismas o cilindros y están fabricados con madera densa y pesada, como la de encina, roble o brezo, materiales que garantizan su resistencia y durabilidad. Además de estos bolos, se colocan dos piezas adicionales conocidas como "cuatras". Estas piezas, que tienen forma de pera, se sitúan junto al bolo central de la fila superior sobre la piedra y añaden un nivel extra de desafío al juego.
La bolera, el espacio donde se desarrolla el juego, también tiene su propia historia y evolución. En tiempos pasados, cualquier zona llana y espaciosa podía servir como bolera improvisada. Sin embargo, con el paso de los años y la pavimentación de los pueblos, la bolera se trasladó a las eras. En estas zonas se preparaba una piedra especialmente para el juego, ligeramente elevada del suelo y con una inclinación hacia la zona de tiro. Esta piedra cuenta en su parte superior con leves hendiduras, diseñadas para que los bolos se mantengan en su lugar antes de ser lanzados.
Cerca de la piedra se encuentra la zona de lanzamiento, un área crucial para el desarrollo del juego. Esta zona, conocida como "las pozas", consiste en cuatro depresiones en el terreno. Estas pequeñas cavidades permiten al jugador tomar el impulso necesario para lanzar la bola y, tras el esfuerzo, le ayudan a mantener el equilibrio. Su función es fundamental para asegurar la precisión y potencia del tiro.
Se juega en equipos de tres jugadores, tiene como objetivo principal acumular 8 juegos de 52 tantos cada uno, derribando bolos y tratando de enviarlos lo más lejos posible. La clave para ganar está en la precisión y la estrategia, ya que la puntuación depende de la distancia que alcancen los bolos.
El desarrollo de la partida comienza con la formación de equipos, seguidos por el sorteo del orden de tiro, realizado lanzando la bola al aire. El equipo que acierta comienza tirando desde la primera poza en la modalidad de juego "real". A lo largo de la partida, los equipos se alternan en los lanzamientos, con el equipo derrotado en cada juego eligiendo la poza y la modalidad de juego para la siguiente ronda.
Las modalidades de juego añaden un nivel adicional de complejidad. Desde la tirada "real", donde el valor de los bolos se asigna según la zona alcanzada, hasta la tirada "caro", en la que sólo cuentan los bolos que pasan la primera raya, los jugadores deben ajustar su técnica a las reglas de cada modalidad. El juego también incluye variantes de tirada desde la poza y a la piedra, cada una con sus propias reglas y desafíos únicos.
El campo de juego, una explanada de 50 a 60 metros de largo por 30 metros de ancho, se divide en tres zonas: la piedra, la zona de lanzamiento y la zona de tanteo. La piedra es el punto focal, donde se colocan los bolos y las cuatras, y es desde las pozas, ubicadas a diferentes distancias, que los jugadores lanzan las bolas.
Sistema de puntuación
Finalmente, las rayas marcan la pauta en la obtención de puntos. Estas líneas, trazadas a cierta distancia de la piedra y perpendiculares a ella, están numeradas como el quince, el veinte y el treinta. Son un referente visual que indica la distancia que los bolos deben recorrer tras ser derribados, determinando así la puntuación que se obtiene en cada jugada.
El sistema de puntuación en el bolo maragato refleja la complejidad y estrategia del juego. Si la bola lanzada no consigue derribar ningún bolo, la jugada se denomina "jata", "gata" o "zorra", y no otorga ningún punto. En cambio, cuando los bolos son derribados, cada uno de ellos otorga un punto, siempre y cuando la bola no haya pasado la raya del 10. Las "cuatras", por su parte, suman cuatro puntos por cada una derribada. La puntuación aumenta en función de la distancia que alcanzan los bolos tras el golpe, siendo mayor cuanto más lejos lleguen. Si un bolo derribado se detiene sobre alguna de las rayas, se le asigna el valor correspondiente a esa raya, añadiendo un componente de precisión que hace de cada tiro un desafío constante.
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